El narrador, ensayista, dramaturgo, editor y miembro de la Real Academia Española Javier Marías (Madrid, 1951–2022), uno de los más grandes escritores españoles, al que nunca le concedieron el Premio Cervantes ni el Nobel, falleció en Madrid ayer a los 70 años de edad, por agravamiento de una perineumonía que lo mantenía postrado en estado de coma en un hospital de la capital española.
“Con enorme tristeza, desde Alfaguara lamentamos comunicar que esta tarde ha fallecido en Madrid nuestro gran autor y amigo Javier Marías”, dio a conocer la editorial Alfaguara.
Al darse la noticia de su deceso escritores lamentaron su pérdida. “Totalmente noqueada con la muerte de Javier Marías. Le conozco y le he tratado desde hace 50 años. Nunca fuimos muy amigos, pero era como si fuera de la familia. Nacimos el mismo año. Para mí era el mejor candidato para el Nobel en la España actual”, dijo Rosa Montero en Twitter. Mientras que Arturo Pérez-Reverte expresó: ”Que Javier Marías haya muerto sin el premio Nobel le quita mucha categoría al premio Nobel”.
Por su parte, el presidente de España, Pedro Sánchez, comentó: “Día triste para las letras españolas. Nos deja Javier Marías, uno de los grandes escritores de nuestro tiempo. Su inmensa y talentosa obra siempre será parte fundamental de nuestra literatura. Mi cariño a su familia y amistades en estos duros momentos”.
En México la poeta Malva Flores señaló: “Me apena la muerte de Javier Marías: un novelista formidable y uno de los últimos baluartes contra el ‘buenismo’ que ha infestado a la literatura”. Por su parte, la secretaria de Cultura, Alejandra Frausto, dijo: “Una gran pérdida para la literatura universal”.
Autor de 16 novelas, 4 libros de cuentos, literatura infantil y de 25 volúmenes de textos periodísticos y ensayos traducidos a 46 idiomas con ventas de 10 millones de ejemplares en 56 países. Sus novelas Los dominios del lobo, Travesía del horizonte y El monarca del tiempo le abrieron el camino de la notoriedad en los años 70; pero, la traducción de La vida y opiniones del caballero Tristram Shandy, de Laurence Sterne, lo hizo acreedor del Premio de Traducción Fray Luis de León que lo encumbra como una acreditada figura literaria.
La publicación de El siglo (1982), le da póliza para entrar en los círculos académicos de Oxford, Londres, Boston y Venecia. Con El hombre sentimental (1986), gana el prestigioso Premio Herralde. Todas las almas (1989) prefigura un estilo personalísimo, en la incursión de la ‘apócrifa novela autobiográfica’. Corazón tan blanco (1992): éxito comercial, en la categoría de bestseller con elogios de la crítica especializada. Pieza literaria que fusiona lo narrativo y el ensayo, en una tonalidad pionera de un género híbrido que influyó en muchos escritores. Premio de la Crítica y del Prix’Oeil et la Lettre en 1993 y, asimismo, Premio Internacional de Literatura IMPAC de Dublín 1997, está considerada como su fabulación más trascendente: “Una obra que no desaparecerá en el tiempo y se convertirá en un clásico al que regresarán las futuras generaciones de lectores”, ha dicho el escritor Enrique Vila-Matas.
Mañana en la batalla piensa en mí (1994) —Premio Rómulo Gallegos, Premio Fastenrath 1995; y Prix Femina Étranger 1996—; y Negra espalda del tiempo (1998) lo apuntalan como uno de los grandes escritores contemporáneos españoles. Los enamoramientos (2011), Así empieza lo malo (2014), Berta Isla (2016) —Premio de la Crítica de Narrativa Castellana— y Tomás Nevinson (2021), sus últimas incursiones narrativas, confirman la trayectoria de un imponderable escritor que nos lega un catálogo literario imprescindible, señero y axiomático.
Cascarrabias, novelista necesario
“Pasa, y si enciendes un cigarro, cuidado con la ceniza. Fumemos en el comedor”. Ése era Javier Marías. El hombre, el fumador empedernido, el patrón de la mejor prosa que yo haya conocido en un coetáneo… el genio. Pasé cortos y hermosos ratos en su céntrica casa llena de películas, libros y soldaditos de plomo que ocupaban, incluso, la encimera de una cocina en la que jamás debió freír ni un huevo. Le fascinaba enseñar su máquina de escribir sobre la que aporreaba cada día cuando acometía una nueva novela o un artículo, encantado de su homo-analogía de la que no pensaba apearse jamás. Hombre duro y blando a la vez, capaz de contestar en postales —¿quién lo hace?— en lugar de en correos electrónicos. Su shakesperiano: “Apaga la luz, y luego, apaga la luz” fue nuestro último contacto. Marías se ha explicado de muchas maneras —en sus artículos— y en muchos libros —gracias a Dios—, pero nos deja con un hambre que no hay modo de saciar. Hombre con muchas ganas de tener razón, creo que ha muerto sin saber que la tenía. Cascarrabias impenitente, novelista de mordiente necesario, hombre necesario. Tus palabras eran respuestas en formato de preguntas. Sir Walter Scott dijo que imaginar una vaca con alas es haberla visto… Yo no te vi jugar con tu compañero de filas en la RAE, Arturo Pérez-Reverte, a los soldaditos en las esquinas de la sagrada institución…, pero me lo contaste y supe que era verdad porque nunca me mentiste. Me dijiste lo que sería en la vida y lo he sido. Me vaticinaste cosas que sólo tú y yo sabemos, y se han cumplido. Ahora, ya eres lo que siempre aspirarte a ser: “Aquel señor que lo sabía todo de la naturaleza humana, que pidió apagar la luz”. Te amo, Javier.