Bitcoin mata oro

Durante los últimos 365 días, el oro aumentó su valor 38 por ciento. Buenas noticias para quienes tienen un Centenario, cadenas, aretes o joyas ochenteras. En ese mismo periodo, el bitcoin aumentó 114 por ciento, tres veces más.

¿Fue una casualidad? Revisemos. En cinco años contados hasta el fin de semana, el oro elevó su precio 84 por ciento en el mercado internacional. ¿Y el más famoso de los criptoactivos? Ése tuvo un aumento de 814 por ciento.

Si compraron una pieza de oro de 10 mil pesos hace 5 años, hoy podrían venderla por 18 mil 400 pesos. Nada mal. Pero si hubieran invertido el mismo dinero en comprar bitcoin, hoy podrían recibir 81 mil 400 pesos a cambio. Ojo, nada puede garantizar que hacia el futuro ocurra algo similar.

Pero en cualquier caso, esos datos evidencian que hay algo nuevo en el funcionamiento del mundo. ¿Son una señal del ajuste de la estructura de la economía?

Durante siglos y sin una razón objetiva, el ser humano ha identificado el metal dorado como símbolo de seguridad, de refugio en tiempos de incertidumbre. ¿Cómo es posible que un elemento abstracto basado en una intangible cadena de bloques digitales gane más valor… y por mucho?

Percibo que muchos estudiosos de la política y la economía de México están tardando en entender o en explicar las oportunidades y los riesgos que la gente viene abriendo desde hace tiempo. Los percibo a ellos como esperando que las cosas regresen en algún momento de la historia a un punto en el que estuvieron previamente.

Difiero. No habrá vuelta en “U”, hace tiempo que pasamos una “Y”, y otra, y otra más. Preparen sus luces direccionales, adelante se aproximan varias bifurcaciones.

Ya estudiaremos este año con detenimiento. Hubo tal número de elecciones políticas relevantes este 2024, que solo la ingenuidad permitiría esperar algo menos que una revolución.

Los extremismos avanzan. Solo en el “barrio” cercano, Donald Trump confirmó su próximo regreso a la Casa Blanca; Javier Milei ganó en Argentina; Morena ha confirmado un cambio de era en México y Nayib Bukele convirtió a los salvadoreños en fanáticos de su gestión, que por cierto, apostó como ninguna otra al bitcoin, exponiendo sus reservas a una volatilidad impredecible, que desde 2021 –cuando la nación centroamericana adoptó ese cripto activo como moneda oficial– a la fecha, obtuvo una ganancia de más del 100 por ciento.

Del otro lado del Atlántico, en los Países Bajos avanza muy fuerte el Partido por la Libertad, del derechista Geert Wilders, que hizo campaña contra la migración y el islam el año pasado; De la misma tendencia es la primera ministra Giorgia Meloni, en Italia; y en Alemania, el partido de extrema derecha Alternativa para Alemania (AfD) ganó las elecciones en la región de Turingia.

Lo que pasa en la política se traslada a los negocios y lo hará con mayor fuerza a partir de la influencia que tendrá el magnate Elon Musk en el gobierno de Estados Unidos.

Su empresa Tesla ya tiene proveedores en Nuevo León; lo mismo que Spacex, su empresa espacial, por lo que sus acciones ya tienen repercusiones directas en México.

Él impulsará dos negocios reales que siguen siendo menospreciados por analistas económicos nacionales: vehículos autónomos y viajes espaciales, actividades en las que apuesta su fortuna. Su propósito es liberarlos de las ataduras de agencias regulatorias de su país.

Más negocios relacionados con una revolución tecnológica avanzan aceleradamente.

Inversiones por unos 150 mil millones de dólares en plantas de fabricación de semiconductores cambiarán la balanza de suministro de insumos tecnológicos, cuya manufactura hasta hoy tiene mayor peso en Asia. México intenta participar en su cadena de suministro.

Vienen más industrias. En la salud, ese asunto de laboratorio llamado CRISPR, útil por ejemplo, para definir características genéticas de un bebé que está por nacer, empieza a generar empresas en un mercado que ya vale miles de millones de dólares.

La inteligencia artificial elevará la velocidad de los sucesos que mueven la estructura mundial.

Este texto no pretende celebrar los cambios, sino ponerlos de manifiesto en ánimo de reflexionar después de una semana y un año atípicos.

Ya no hay elecciones políticas relevantes a la vista. Salvo las suyas propias que empiezan por comprender que nada volverá “a ser igual”, cualquier cosa que eso signifique.