El cuerpo humano es capaz de funcionar en ambientes muy diversos, para los que, en principio, no ha sido seleccionado mediante la evolución. Somos capaces de sumergirnos a decenas de metros de profundidad en el mar y somos capaces de llegar a la cima de las montañas más altas. Con suficiente entrenamiento, podemos poner al límite a nuestro cuerpo de formas muy diferentes. Una de las formas más extremas de poner a nuestro cuerpo al límite es sin duda la ingravidez. Aunque permanecer en gravedad cero no suponga un gran esfuerzo, ni sea doloroso, incómodo o, de por sí, mortal tiene efectos importantísimos sobre nuestro cuerpo, como bien atestiguan décadas de investigación con astronautas y un estudio reciente de la universidad de Calgary.
Concretamente han estudiado cómo afectan las estancias de larga duración a la pérdida ósea y si esta pérdida puede remediarse en tierra tras la vuelta de los y las astronautas. Este estudio fue iniciado por el Dr Steven Boyd en 2015 y ha seguido la evolución de 17 astronautas antes, durante y tras su estancia en la estación espacial internacional durante estos últimos siete años. Estos resultados no solo nos ayudan a entender cómo afecta la falta de gravedad al cuerpo humano sino también el funcionamiento del esqueleto en general, independientemente de en qué condiciones se encuentre.
La pérdida ósea no solo afecta a astronautas, sino también al resto de humanos, especialmente cuando envejecemos o cuando desarrollamos cualquier lesión o condición que nos impide movernos con normalidad. Estos estudios con astronautas son especialmente importantes e interesantes porque permiten observar cambios considerables en el tejido óseo en intervalos muy cortos de tiempo. Normalmente sería necesario observar a una persona durante más de una década para llegar a acumular la misma pérdida que se mide en estancias en el espacio de 6 meses o más.
La investigación trabajó en colaboración con el Johnson Space Center de la NASA, en Texas, estudiando las muñecas y tobillos de los astronautas antes del despegue, tras su vuelta a la superficie terrestre y tanto 6 como 12 meses después del aterrizaje. Al parecer los huesos acostumbrados a cargar peso (como los de las piernas o el torso) se veían más afectados por la ingravidez que aquellos que tienen una función más de soporte, como los de los brazos. La pérdida ósea se recuperaba tan solo parcialmente un año después del regreso a tierra. Por supuesto estos procesos, como cualquier cosa que tenga que ver con la salud y el cuerpo humano, no afectan de igual forma a todo el mundo. Los investigadores describen cómo se han encontrado con astronautas que apenas podían ponerse en pie como resultado de la debilidad y la pérdida del equilibrio tras su estancia en el espacio, como otros astronautas que les habían recibido circulando cómodamente en bicicleta en su llegada a las instalaciones de la NASA.
La respuesta es muy variada y además requiere de ciertos ritmos y adaptación. El rector de la universidad de Calgary y astronauta Robert Thirsk mencionaba a raíz del estudio que de igual forma que se requiere un tiempo para adaptarse a la ingravidez al inicio de una misión, también se requiere un periodo de adaptación a la gravedad terrestre a la vuelta. Al fin y al cabo, un astronauta puede llegar a pasarse un año funcionando en un ambiente de ausencia de gravedad, donde todas tus tareas, desde moverte por el espacio hasta comer, lavarte los dientes o hacer tus necesidades son completamente diferentes a como eran con gravedad. Tras un periodo tan largo cabría esperar la necesidad de ese lapso de tiempo de reacondicionamiento.
Thirsk comenta también que el cansancio, el mareo y la pérdida de equilibrio le afectaron tras su vuelta a la Tierra, aunque tras unas horas recuperó la normalidad. Sin embargo, los músculos y huesos requieren de más tiempo para reacostumbrarse.
El estudio también observó que aquellos astronautas que permanecieron en el espacio periodos cortos de tiempo, menos de 6 meses seguidos, recuperaban la masa ósea perdida con mayor rapidez que aquellos que habían permanecido más tiempo en la Estación Espacial Internacional.
Estas lecciones son importantísimas si queremos desarrollar una exploración espacial exitosa, con astronautas en buenas condiciones de salud. En la actualidad ningún ser humano ha permanecido largos periodos de tiempo en la gravedad reducida de cuerpos más pequeños que la Tierra, como la Luna o Marte, pero sin lugar a duda estos ambientes tendrán efectos sobre nuestra fisionomía. Con suerte no tan graves como los provocados por la ingravidez total. A la hora de establecer colonias permanentes en estos cuerpos, no solo debemos considerar el desarrollo tecnológico necesario para hacerlas posibles, sino también cómo afectarán estas experiencias a quienes se embarquen en ellas. No serviría de nada tener la mejor tecnología si los y las astronautas que habiten la Luna o Marte en un futuro no pueden hacerlo en condiciones de salud y bienestar. Especialmente si pretendemos hacer el espacio accesible a cada vez una cantidad mayor de personas.