Las consecuencias de las malas decisiones de Marko Cortés al frente del Partido Acción Nacional no pueden exagerarse: son demasiado graves.
Gracias a Cortés el PAN hoy es tema de mofa, sus legisladores desarmados con lo de las notarías de su líder, y una semana después el partido llamado a ser la principal oposición no se recupera de que uno de los suyos diera el voto definitivo para la reforma judicial.
Acción Nacional es demasiado importante como para dejárselo a quienes hoy ostentan las llaves de ese instituto. Cuán grotesca será la crisis panista que incluso su aliado, el PRI, saca raja del momento al presentarse como los únicos que resisten a Morena.
En cambio, el PAN se entregó de pechito en la primera prueba. La reforma judicial pasó gracias no sólo a la conducta predecible de un clan que ha migrado de camiseta cada que a sus intereses conviene, sino, fundamentalmente, por errores de su actual y ¿futura? dirigencia.
No hace falta insistir en la torpe, y nada estratégica, decisión de Marko de dar a padre e hijo las dos casillas de una candidatura al Senado. A la hora de endosar a una sola familia esas posiciones, el michoacano se quedó sin canicas para negociar.
Lo que sí es relevante señalar, sobre todo de cara a la inminente renovación de su CEN, es que a Cortés se le advirtió el riesgo que estaba tomando al dar las candidaturas a los Yunes, y de lo metido que en esa aventura estaba Jorge Romero, su favorito para sucederlo.
Se sabe que, por ejemplo, el diputado veracruzano Julen Rementería advirtió meses atrás a la dirigencia nacional de su partido de lo riesgoso que era entregarse a los Yunes en el caso de la candidatura senatorial del proceso del 2 de junio.
“Van a entregar al PAN en canal”, es la frase, de acuerdo con dos fuentes distintas, que Rementería expresaba sobre esa decisión.
La oración no puede ser más explícita. Acción Nacional como una res destazada, colgando de un gancho, inerte; el partido que justo cumple 85 años, un producto tasajeable para que otros se sirvan de él, dispongan para cocinarlo a su gusto, molerlo o procesarlo sin más.
Ya otras crisis de este PAN –como la mencionada e impúdica negociación de notarías en la alianza forjada con el PRI en Coahuila, o el mero resultado electoral luego de una campaña caótica y fallida, rematada con un grosero proceder de Cortés con la candidata– mostraron que este dirigente carece de los tamaños para renunciar al evidenciarse que lastima a la organización que le fue encargada, y mucho menos tras mediocres resultados en una elección clave.
Sin embargo, no se debe instalar la costumbre de aceptar que ese mal proceder es lo esperable del PAN y sanseacabó.
Acción Nacional está a las puertas de un cambio de dirigencia. La responsabilidad de Cortés en la fractura de la bancada panista en el Senado alcanza a Jorge Romero, quien pretende la presidencia del Comité Ejecutivo Nacional.
Que el delfín de Cortés es corresponsable del fiasco fue patente en los momentos más álgidos de la crisis del martes negro en el Senado: cuando Yunes júnior se les hizo “perdedizo”, el aspirante a dirigente tenía expresiones más que indulgentes con el veracruzano.
Un nuevo sexenio está por iniciar. O el PAN se quita de encima a quienes lo dirigen como todo mundo ha visto, o será, en cada ocasión, una res rumbo al matadero.