El caballo de Troya mexicano

No cabe duda que Rusia es hoy el país que mejor ha entendido, en un mundo plenamente interconectado, el papel de las redes sociales como un instrumento clave en la caja de herramientas de poder duro del Estado en el siglo XXI. Nadie ha concebido y aplicado mejor que ella y de manera tan eficaz este arsenal híbrido -militar, digital y propagandístico- como lo hizo Rusia con su anexión de Crimea en 2014. Pero fue la elección presidencial estadounidense de 2016 la que le proveyó la primera oportunidad para aplicar -sin el componente militar- esta nueva herramienta de diseminación de  dezinformatsiya: la narrativa falsa o tergiversada, propalada de manera masiva e iterativa a través de redes sociales, convertida en un arma más. Esa estrategia sigue vigente hoy de cara a otros comicios presidenciales más, ahora del 5 de noviembre.

Y aquí es donde viene a cuento México, porque la maquinaria de propaganda rusa, tan activa en América Latina particularmente desde la invasión a Ucrania en 2022, no cesa en su misión de intervenir en los comicios estadounidenses. Tanto en 2016 como en 2020 y ahora nuevamente en una elección estadounidense que se encuentra sobre el filo de una nueva navaja, nuestro país ha sido utilizado como una plataforma para propalar desinformación, particularmente en español, a votantes hispanos en EU y atizar la polarización ahí. Un estudio del Instituto de Paz de Estados Unidos confirmó que en las últimas dos elecciones presidenciales de ese país, cuentas de redes sociales rusas basadas en México difundieron propaganda que benefició a Donald Trump. Como prueba empírica solo hay que entrar a X para ver cuántas cuentas pro4T ostentan la banderita rusa. El principio operativo es sencillo: sembrar -vía millones de interacciones y miles de cuentas- discordia y dudas en un país totalmente tribalizado, capitalizando a través de contenidos e información falsa temas de la guerra cultural que hoy divide y polariza a los estadounidenses. No hay que ser Sun Tzu para entender qué está en juego con esto. La narrativa convertida en arma busca socavar al rival al generar falsedades, confusión y cismas políticos y sociales, y puede usarse tácticamente como herramienta para debilitar, neutralizar o derrotar a un adversario. El objetivo táctico es apoyar a Trump; el objetivo estratégico, debilitar a Estados Unidos.

Las acciones recientes de Rusia en México reflejan, sin duda, una postura más agresiva de sus servicios de inteligencia en múltiples frentes. Hace un mes, el director de la CIA, Bill Burns, en un inusual foro público con su homólogo británico en Londres caracterizado por un candor aún más inusual, dijo que su agencia está “muy focalizada” en la creciente presencia rusa en México, subrayando que ésta, en parte, era el resultado del arribo de espías rusos expulsados de capitales europeas después de la invasión a Ucrania. Por su parte, el Comando Norte del Pentágono ha subrayado, en testimonio ante el Congreso, que el mayor contingente de agentes de inteligencia militar rusa (GRU, por sus siglas en ruso) en la región se encuentra desplegado en México, cosa que coincide con la inopia y desidia de una cancillería mexicana que el sexenio pasado acreditó a diestra y siniestra, sin cortapisa o veteo alguno, a cuanto “diplomático” fue enviado por Moscú. En Washington se sabe que la administración Biden ya ha planteado su preocupación al gobierno mexicano.

Pero el tema va más allá de cuántos agentes encubiertos operan desde la misión diplomática rusa en la Ciudad de México, una tradición que si bien se remonta a los años álgidos de la Guerra Fría, ha repuntado en los últimos seis años. La cereza del pastel es la huella operativa y de difusión de RT en nuestro país (solo hay que ver la publicidad desplegada en el transporte urbano y en espectaculares de la capital y en otras zonas metropolitanas), una plataforma a la cual se le ha prohibido operar en Europa, Canadá y EU, y que no es más que una de las herramientas de propaganda, junto con Sputnik, del Estado ruso. Una investigación encabezada por el Departamento de Justicia de EU y que fue divulgada hace días muestra que RT desplegó casi 10 millones de dólares para financiar y dirigir una empresa de creación de contenido en línea, con sede en Tennessee, que ha publicado casi 2 mil videos en inglés y español centrados en temas nacionales e internacionales clave para “amplificar las divisiones en los Estados Unidos”, así como el pago a periodistas y los llamados “youtuberos” en países latinoamericanos, incluyendo México.

Si bien esa presencia diplomática y propagandística mancomunada en nuestro país es una jugada táctica para restregarle a Washington que si EU opera en el este de Europa, Moscú puede operar en su “patio trasero”, su verdadero objetivo es polarizar y socavar políticamente a EU y de paso degradar la voluntad para apoyar a Ucrania. Y lo hace vía la desinformación, desde México, dirigida al votante hispano, en una apuesta por arrebatarle esos votos cruciales al Partido Demócrata. Los hispanos son el demográfico con el segundo ritmo más rápido de crecimiento -detrás de los estadounidenses de origen asiático- desde la pasada elección presidencial y se proyecta que representarán el 14.7 por ciento, o 36.2 millones, de todos los votantes elegibles en noviembre, un nuevo récord, consolidando su estatus como el segundo grupo más grande de estadounidenses en edad de votar. Son, además, una parte creciente del electorado en varios de los estados bisagra clave en disputa este año en el Colegio Electoral, incluidos Arizona, Nevada, Georgia y Pensilvania. La mayoría de esos votantes registrados, 57 por ciento, afirman que votarán por la vicepresidenta Kamala Harris; 39 por ciento votaría por Trump. Pero ojo, esa ventaja ha disminuido al nivel más bajo para los demócratas de los últimos cuatro ciclos presidenciales.

Como botón de muestra y en lo que parece ser un esfuerzo por atizar y profundizar esas divisiones, RT ha amplificado la disputa político-electoral entre la administración Biden y el gobernador de Texas, Greg Abbott, sobre la seguridad en la frontera de Texas con México durante el último mes. Otras narrativas propaladas por los bots hispanoparlantes rusos abonan a la información falsa sobre inmigración, el derecho al aborto, la inflación o el “comunismo” de Harris, buscando explotar temores, fobias y percepciones de demográficos más conservadores del voto hispano. Pero lo que es aún más perturbador, punzante e irónico es que ese portaviones de desinformación rusa que México ha permitido -inconscientemente, como el proverbial tonto útil o de manera más alarmante, proactivamente- instalarse y operar en territorio nacional, está atizando en EU -con el Partido Republicano y con votantes hispanos, muchos de ellos mexicoamericanos- la narrativa antimexicana, antiinmigrante y de la frontera como el verdadero riesgo estratégico (en contraste con la agresión rusa en Ucrania) para la seguridad nacional estadounidense. En redes sociales, videos en línea e historias en sitios web, estas cuentas operadas desde México tergiversan el impacto de la inmigración, destacan historias sobre crímenes cometidos por inmigrantes o la necesidad de completar el muro fronterizo y advierten sobre consecuencias nefastas si Estados Unidos no toma medidas enérgicas en su frontera con México.

Es cierto que no se debe exagerar la capacidad de Rusia para manipular a los votantes estadounidenses. Cuando se trata de difundir desinformación y alimentar la desconfianza en las autoridades electorales y los resultados de las elecciones, la mayor amenaza no proviene del exterior sino de una sociedad estadounidense fracturada y polarizada que funciona como caja de resonancia de esas mentiras. Pero la posibilidad de un ataque de desinformación coordinado desde el exterior, producido en el momento y con el tema adecuados, podría inclinar la balanza en unas elecciones reñidísimas. Y México bien podría llegar a lamentar todo esto. Ya sea porque una victoria demócrata en noviembre le extienda eventualmente al gobierno en turno una factura política y diplomática al respecto o porque estas narrativas profundicen y amplíen la narrativa antimexicana republicana tan prevaleciente hoy en ese partido, el lopezobradorismo y la 4T le han metido un autogol a México, facilitando, por omisión o comisión, la desinformación rusa en Estados Unidos propalada desde suelo mexicano.