El pronunciamiento político que el presidente de la Cámara de Representantes, Mike Johnson, ha hecho este martes a las puertas del tribunal de Manhattan (Nueva York) donde se juzga a Donald Trump ha disparado la temperatura en torno al primer proceso penal contra un expresidente de EE UU. Aunque el candidato republicano a la reelección, que se sienta en el banquillo acusado de 34 delitos de falsificación de registros contables para encubrir un soborno a una actriz porno, se había rodeado en los últimos días de un séquito de congresistas, la denuncia de la tercera autoridad de la nación, el segundo en la línea de sucesión de la presidencia tras Kamala Harris, de que el juicio tiene “motivación política” supone no sólo una clara muestra de apoyo a Trump, sino un indisimulado intento de influir en el jurado que decidirá el futuro del republicano. Toda una contradicción: un cristiano evangélico como Johnson, azote de lo que considera el declive moral de EE UU, al rescate de un hombre cuya imputación parte de un caso de adulterio, la aventura —que Trump siempre ha negado— con Stormy Daniels.
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