Colmena es un parteaguas para la ciencia en México, pues no sólo es el primer proyecto nacional que va al espacio con la intención de recabar información, sino pretende ser el paso necesario con el fin de que el país comience a ser un bastión en la creación de productos y materiales esenciales para la industria aeroespacial internacional, aseguró el físico Gustavo Medina-Tanco, director del Laboratorio de Instrumentación Espacial (LINX), del Instituto de Ciencias Nucleares de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
En entrevista con La Jornada, Medina-Tanco habló sobre los parámetros de la operación Colmena, así como de los próximos objetivos del proyecto, el cual tendrá dos etapas más con la intención de producir y recabar más información en torno a la exploración espacial.
No estamos viviendo cualquier momento; estamos en una época de transformación muy grande desde hace más de una década. Estamos cambiando de las grandes agencias a las pequeñas industrias y hacia las microempresas financiadas por diversas vías, lo que generó un cambio porque hay varios proyectos independientes en los años pasados que recorren las órbitas bajas de la Tierra, como Starlink, de Elon Musk, explicó el investigador.
Aseguró que antes de esta nueva época sólo eran los motivos geopolíticos los que impulsaron la carrera espacial en los años 60, pues no había la tecnología ni los recursos para avanzar en ese ámbito.
“Ahora ya están disponibles tanto el interés como la tecnología, debido a ello la participación no es sólo por la reputación que otorga, sino para formar parte de una industria que será indispensable en el futuro: ya no es sólo una aventura científica sino económica y comercial.
Desde 2015 nos preguntamos ¿cómo hacer para no ser el México de cuando empezó Internet?, que no hizo nada y en lugar de ser un actor fue un consumidor. Ahí entra Colmena, pues la intención es que el país actúe. La idea es encontrar un nicho tecnológico que sea innovador, que nadie lo haya intentado en el mundo y que sea una herramienta para esta nación.
El proyecto plantea, de manera general, realizar tres misiones que serán enviadas a la Luna con miras a 2030. El objetivo es adaptar los instrumentos y la tecnología para facilitar las exploraciones en situaciones adversas.
«Nuestro propósito es que México tenga su lugar en la industria espacial y una tecnología única hacia 2030 con el fin de colaborar con otras misiones o plataformas», puntualizó el también doctor en física.
Agregó que la intención es llevar pequeños robots (de unos 56 gramos), que puedan trabajar en conjunto y analizar muestras del polvo que se encuentra en la superficie lunar.
Formato compacto
Queremos tener mucha tecnología en un formato compacto, pero con durabilidad y resistencia para sobrevivir en el espacio profundo, que no es una trivialidad. Tiene que aguantar el lanzamiento de un cohete y depués el alunizaje, ambas son circunstancias altamente agresivas, afirmó Medina-Tanco.
Los artefactos deben ser funcionales, a pesar de estar muy lejos de la Tierra, tienen que soportar las alteraciones magnéticas y las ondas solares: “no queremos depender de la forma tradicional, con la cual ya se había experimentado en otras ocasiones, pero que no se puede aplicar para herramientas tan pequeñas como las que se van a enviar.
Además, hay que llegar a la Luna y hacer una serie de mediciones del tipo de polvo estático, o de cómo afecta la presencia del viento solar, el cual trae rayos ultravioleta muy fuertes que causan que el polvo levite y el cual recibe de forma directa nuestro satélite, pues no tiene atmósfera que lo proteja, eso pone en riesgo a los robots, destacó.
En este primer lanzamiento, realizado el 8 de enero a las 2 de la madrugada (hora del centro de México), el cohete Vulcan-Centauro, construido por la empresa estadunidense Astrobotics, despegó sin problemas. Sin embargo, la cápsula Peregrino tuvo un desperfecto en una válvula de combustible, lo que derivó en que no fuera posible impulsarse en el espacio.
El fallo empezó siete horas después del despegue realizado en Cabo Cañaveral, en Florida, Estados Unidos. La nave regresó a la atmósfera terrestre el 18 de enero y se desintegró durante su ingreso a la Tierra, cerca del noreste de Australia y Nueva Zelanda.
Sin embargo, esto no representa un fracaso para los integrantes de Colmena, sino la confirmación de que van por el camino correcto, pues durante su estancia en el espacio, los robots respondieron de forma adecuada y todos se reactivaron sin presentar problema. Los objetivos del equipo se cumplieron en al menos 75 por ciento, por lo que consideran que fue un éxito.
“Tras el problema de combustible de la cápsula, nosotros hicimos un plan rápidamente para validar los objetivos que podíamos. No fue posible probar lo científico, que era medir las propiedades del polvo de la Luna, pero lo tecnológico lo logramos: los robots resistieron condiciones muy complicadas, tanto los sistemas operativos como las herramientas físicas.
«Nuestro rol es pensar que México va a tener una tecnología única y podrá estar en los primeros planos de los viajes espaciales para colaborar con otras misiones. Operar en espacio profundo, con tu propio equipo y herramientas sólo lo han hecho pocos países. Ahora el nuestro está en ese grupo exclusivo. ¿Qué quiere decir esto? Que muestra su potencial para ser un generador de las tecnologías transformadoras del siglo XXI, resaltó con entusiasmo Medina-Tanco.
El científico añadió que se trató de trabajo en equipo y de poner la mirada en lo que uno requiere. Vamos a fracasar en algunos intentos, pero cuando desarrollas tecnología siempre vas a fallar. La gran diferencia con los países de primer mundo es que un fallo es simplemente un escalón para el éxito. Acá solemos salir corriendo cuando nos pasa y eso nos bloquea, pero lo que queremos transmitir es que hay una nueva forma de pensar, al menos en cuanto a ciencia y tecnología, concluyó.