Este es un fin de sexenio raro, comparado con los anteriores que me han tocado vivir en México. Digo, siempre se sabía que el PRI iba a ganar, hasta que en 2000 ya no ganó. Pero los usos y costumbres de la política mexicana, aún después de la alternancia del año 2000, no cambiaron mucho. A los presidentes Fox y Calderón les resultó útil gobernar con la estructura de sindicatos, organizaciones sociales, e incluso con el propio PRI. El presidente Fox fue un hombre común que gobernó con coloquialidad; el presidente Calderón retomó los modos cortesanos priístas que parecían en extinción, y el presidente Peña hubiera encajado muy bien en las décadas de 1940 a 1999.
México parecía ser el lugar donde todo había cambiado, para que no cambiara nada. Para el ejercicio del periodismo, las cosas eran, y siguen siendo, como en el antiguo régimen. El número de periodistas muertos y desaparecidos son el termómetro de esa violencia sin fin. Cómo olvidar los llamados a la prudencia desde el púlpito presidencial, no le fuera a pasar algo malo a los compañeros periodistas, decía el presidente López Obrador en un gesto que no sabíamos si era de sorna o cinismo, pero no de auténtica preocupación. El sexenio del presidente López Obrador, además de ser de violencia generalizada, política y contra periodistas, es un sexenio distinto a los que habíamos tenido desde el 2000 en el sentido de que regresó la militancia a la prensa y al comentario en redes digitales.
Hay algo que es muy distinto en este fin de sexenio, comparado con los anteriores: el interregno y el “fade out” del presidente saliente. En este sexenio no vemos al presidente cabalgando hacia el horizonte con una puesta de sol. El presidente López Obrador no ha dado tregua con sus reformas al marco legal. Aún con una suspensión judicial, hizo la reforma judicial. Militarizaron la seguridad pública, algo que la Dra. Sheinbaum niega, con el argumento de que la Comandante Suprema de las Fuerzas Armadas es una civil.
Aún con la militarización de la seguridad pública, este fin de sexenio se parece al del presidente Salinas. El lugar de violencia no es Chiapas. La violencia es en Sinaloa y Sonora. La motivación es el narcotráfico, y el Ejército Nacional ya nos dijo que no puede hacer nada, hasta que los “antagonistas” se dejen de matar.
También es notorio que la Dra. Sheinbaum llega con menos poder y respaldo popular que la mayoría de los presidentes de México en un siglo. El popular es el jefe López Obrador, no ella. No controla al partido. Su mandato puede revocarse. Tiene el mismo poder que tendría, en circunstancias normales, un secretario de Estado.
Lo que es muy diferente en esta administración es el bajo crecimiento promedio, que la gente le perdona al titular saliente del ejecutivo, porque piensan que no fue su culpa. Entre la pandemia y las dádivas en efectivo a los hogares, la gente justifica y perdona al gobierno saliente que la economía no crezca.
El crecimiento económico es lo que podría financiar el consumo de manera duradera. La política de transferencia a los hogares puede terminarse si el gobierno no equilibra sus finanzas públicas. Los economistas y analistas económicos hemos dicho hasta el cansancio que un déficit del 6 por ciento del producto no es sostenible en el largo plazo, pero nadie hace caso. También, esa política ha creado presiones inflacionarias, que no eran graves en las últimas dos décadas.
Es más probable que el gobierno eche mano de los pocos ahorros que aún existen en la economía de México, aunque sean privados. Con la aplanadora legislativa actual, un cambio de régimen de pensiones que colectivice las cuentas individuales, se vuelve factible. También el gobierno podría echar mano de la reserva internacional de Banco de México. Hacer eso sería una muy mala idea. El tipo de cambio ha permanecido estable desde 1995 porque cualquier inversionista sabe que hay suficientes dólares en la bóveda de Banxico. La inversión extranjera no varió mucho respecto al sexenio anterior en monto, pero sí en composición. La revisión del T-MEC, con las afrentas de energía y granos, no se ve fácil.
La historia nunca es igual. No se repite, pero rima. México está teniendo una regresión autoritaria, aunque esta columna que es crítica, y muchas otras, se sigan publicando. Quizá es que el ruido ensordecedor de otras voces, más afines al gobierno, callan estos susurros de disidencia que apenas leen algunos cientos.