La exposición Malleus Maleficarum: Brujas y hechiceros de la historia se presenta por primera vez en México y se inaugura hoy en el Palacio de la Autonomía. Explica que la bruja fue una revolución de las mujeres y está enfocada en la importancia de quienes fueron tachadas así, pero en realidad ayudaron al desarrollo de la medicina, señaló el curador Luca Pianesi.
La muestra, afirmó Pianesi en entrevista con La Jornada, busca también eliminar mitos y contar lo que realmente pasó. En muchos casos esas mujeres eran condenadas, en los 300 años que duró la Inquisición, nada más porque eran curanderas o expertas herboristas. Era una visión fuertemente misógina de la institución.
Curador de Exposiciones sin Fronteras, asociación de italianos y mexicanos dedicada a producir o traer desde Europa muestras sobre temas tabú, destacó que en este caso se trata de las figuras de brujas y hechiceros que sí existieron: su historia real, lo que hicieron, dónde vivieron, sus profecías y poderes, cómo fueron incriminados y cómo acabaron.
La exposición se compone de 17 estaciones, con más de 12 figuras en tamaño real, y muchos objetos originales provenientes de colecciones privadas que han sido utilizados en rituales o que fueron usados en la época de la Inquisición, además hay algunas réplicas.
El especialista sostuvo que requirió el trabajo de tres años de un equipo de historiadores, antropólogos, expertos del tema, biólogos y coleccionistas a fin de concretar una exhibición para toda la familia; que no asusta, en ella no se mueve nada, al contrario, es muy interesante.
Recalcó que existen dos versiones contrapuestas: “el estereotipo de la bruja con su caldero haciendo pociones y maldades, y lo que realmente fue, que ayudaban a la comunidad y a la gente curando física y espiritualmente.
En la época medieval, en la que reinaba la ignorancia, acudían a estas mujeres, expertas en medicina y remedios, muchas personas de la alta sociedad y gobernantes para resolver sus problemas sexuales, políticos, económicos o de salud. Cuando funcionaban las curas, las veneraban y, cuando no, las atacaban o la tachaban de brujas.
El curador hizo hincapié en que la exposición retoma la vida real de estas personas que dominaban los rudimentos de las ciencias, eran parteras. Tenían que esconder sus habilidades en remedios y pociones para no ser condenadas. La Iglesia empezó a castigarlas porque no toleraba que hubiera esa emancipación, eso llevó a por lo menos dos siglos de sicosis.
La muestra recupera, continuó Pianesi, casos como el que inspiró la película La bruja de Blair; el de la Madre Shipton, una adivina inglesa, curandera y una de las primeras de brujas de la historia, y el del juicio de Salem, en el que se condenaron alrededor de 200 personas.
También hay objetos extraños, de rituales, así como información sobre Maire Levau, la reina del vudú de Nueva Orleans, que se supone logró embrujar a todo un pueblo y cuyos hechos y poderes están descritos desde su época, aunque sus intenciones eran benévolas en muchos casos.
Destacó la sección de brujas prehispánicas, leyendas y mitos mexicanos, como la Xtabay, de Yucatán; la Tlahuelpuchi, de Tlaxcala; el nahual, y la Mometzcopinqui, ser de origen azteca conocido porque se quitaba las piernas y se ponía patas de guajolote, animal vinculado a la divinidad.
Pianesi relató que en el reino del inframundo mexica había 13 categorías de dioses y sólo una es femenina: Mometzcopinqui. Se le asociaba con el guajolote, también relacionado con los muertos. “Esta mujer era un poco el equivalente de Caronte, en La divina comedia, de Dante Alighieri, que ayuda a los difuntos a superar unas pruebas para entrar en el reino después de la vida”.
Añadió: con la influencia, en los siglos XVIII y XIX, de la cultura europea, de los españoles y el catolicismo esta figura se vuelve una mujer mala que hace un pacto con el diablo y se alimenta de sangre de niños no bautizados. Se originó en entidades mitológicas y hasta benévolas.
La exposición Malleus Maleficarum: Brujas y hechiceros de la historia será albergada en el Palacio de la Autonomía, de la Universidad Nacional Autónoma de México (Primo Verdad número 2, Centro Histórico). Cerrará el 31 de diciembre.
La entrada tiene un precio de 150 pesos para el público en general y 120 pesos para estudiantes, maestros y adultos mayores.