Durante décadas, la frontera entre México y Estados Unidos fue solo una línea imaginaria, un artilugio de nuestra imaginación. Los tres mil kilómetros que dividen ambos países vieron pasar personas, animales y mercancías. Legal e ilegal eran entonces únicamente palabras, adjetivos del diccionario, no estaban todavía ligadas al río ni al desierto. En la segunda parte del siglo XX comenzaron a alzarse vallas y alambradas. En años recientes inició la construcción de muros de concreto. El paso del sur al norte se complicó. Lo que antes era imaginario se volvió material. Hoy recorren la frontera estrambóticas patrullas, drones-pájaro y sensores de láser hambrientos de movimiento, drogas y personas. Hay torres de detección, enormes reflectores y cámaras de alta definición en cada tramo de una frontera cada vez más vigilada. Del sur al norte.
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