Cada doce años, las elecciones presidenciales en Estados Unidos y México coinciden, lo que genera un aire de incertidumbre y demanda ajustes en la compleja relación entre ambos países. Aun así, los lazos que nos unen son más fuertes que cualquier retórica electoral o disputa comercial. Al final, creemos que la cooperación prevalecerá.
En un mundo donde los cambios geopolíticos son la norma, Norteamérica debe seguir enfocándose en su competitividad. Para Washington, reducir su dependencia de China ya no es solo una estrategia económica, sino un tema de seguridad nacional. Aquí es donde México entra en escena como un socio clave: nuestro papel en la política industrial estadounidense se fortalecerá.
Sin embargo, no todo es color de rosa. La revisión del T-MEC en 2026 promete ser un escenario lleno de tensiones. La presión de EU por imponer reglas de origen más estrictas, junto con las políticas energéticas de México y el decreto para prohibir el maíz genéticamente modificado, son temas que encenderán el debate. Por si fuera poco, las reformas constitucionales propuestas por México podrían chocar con los compromisos establecidos en el tratado, lo que añade más leña al fuego.
Además, no podemos ignorar la creciente influencia de China en el comercio mundial. En Washington, las alarmas se han disparado: existe el temor de que China esté utilizando a México para eludir los aranceles estadounidenses. En respuesta, México ha tomado medidas alineándose con los intereses de EU, imponiendo aranceles a productos chinos. Aun así, debemos trazar una estrategia que nos permita mantener una relación comercial equilibrada con China sin comprometer nuestra conexión con EU.
El desenlace de las elecciones en EU también jugará un papel clave. Una posible victoria de Trump podría traer incertidumbre, con la sombra de nuevos aranceles y un peso mexicano probablemente más débil. Sin embargo, pareciera que Trump preferirá renegociar agresivamente el T-MEC antes que retirarse de él. Por otro lado, si Kamala Harris toma las riendas, podríamos esperar una relación más estable y predecible, aunque no exenta de tensiones en temas laborales y ambientales.
La inmigración será, sin duda, otro punto candente. Si los republicanos ganan, podríamos ver políticas más severas, desde la construcción de muros hasta deportaciones masivas, lo que afectaría el flujo de remesas hacia México, una fuente crucial para nuestra economía. Los demócratas, aunque también endurecerían ciertas políticas migratorias, probablemente adoptarían un enfoque menos agresivo.
Con la carrera presidencial en EU avanzando y las reformas constitucionales en México aún en el aire, es natural esperar que la volatilidad de los activos mexicanos se mantenga hasta noviembre. Sin embargo, también es posible que para fin de año pueda surgir un escenario de riesgo-rendimiento más prometedor. Veremos qué pasa.
La autora es directora de Estrategias de Inversión para México en UBS.