Liderazgo situacional; adapta o muere

El liderazgo va más allá de un único enfoque o estilo; las circunstancias, los desafíos y los equipos están en constante evolución. Por lo tanto, no existe una forma de “liderazgo perfecto” aplicable en todo momento. La clave reside en adaptarse a los requerimientos que se tengan, practicando un “liderazgo situacional”.

Cada organización atraviesa periodos muy distintos a lo largo de su ciclo de vida. En ocasiones se encuentra en plena expansión, lanzando nuevos productos o servicios, abriendo mercados o consolidando su presencia en el sector. En estas situaciones, se requiere un líder que inspire, alguien capaz de movilizar al equipo hacia una visión clara y ambiciosa.

Sin embargo, hay etapas menos optimistas, enfrentando situaciones críticas, ya sea por complicaciones internas, como una reestructuración, o por presiones externas, como la economía del país. En esos momentos, es necesario ser resolutivo, incluso si eso implica adoptar un enfoque más inflexible.

Aunque esta perspectiva puede ser efectiva en emergencias, es esencial no abusar de ella. Al fin y al cabo, el éxito a largo plazo no se construye solo con decisiones rápidas, sino también con la capacidad de crear un entorno donde los empleados se sientan valorados y respetados.

Cuando la situación cambia y el equipo está desmotivado o fracturado, es bueno adoptar un enfoque más humanista. Esto implica concentrarse en las personas, reparar relaciones y fomentar un ambiente de confianza y apoyo. Puede ser un desafío, especialmente cuando los conflictos han escalado y conducen a ajustar la plantilla porque es imprescindible aliviar la presión para reconstruir desde los cimientos.

Por otro lado, en etapas donde la empresa busca trazar su camino hacia la rentabilidad, es crucial estar dispuesto a modificar el enfoque de nuevo. Aquí, es preferible centrarse en la eficiencia y en la consecución de resultados tangibles. Si una compañía ha crecido demasiado deprisa, tal vez sea prudente reducir la operación para sobrevivir y orientarse hacia las ganancias.

Un buen líder no solo reacciona al presente, sino que también vislumbra el futuro y reconoce que captar capital es a menudo necesario; por tanto, debe convertirse en un promotor que transmita confianza. Los inversionistas van más allá de las cifras; le apuestan a directivos con una visión ambiciosa y una excelente conducción del equipo.

Es esencial ser flexible, adaptarse y tener versatilidad; ningún líder, por más preparado que esté, aplica un único estilo en todas las circunstancias. El más efectivo es quien ajusta su enfoque según la situación.

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