En contra de todo lo que hubieran querido, los convocantes a la concentración frente al Instituto Nacional Electoral (INE) del domingo pasado, seguramente le hicieron un gran favor a Morena.
Entusiasmados por la respuesta ciudadana en las llamadas “mareas rosas” realizadas en el primer cuadro de la capital antes de las elecciones de junio, pensaron en que convocarían a una cantidad equiparable de ciudadanos para rechazar los criterios de asignación de plurinominales, basados en la interpretación literal del artículo 54 de la Constitución.
Llegaron muchos menos, muchísimos menos, de los que esperaban.
Esto significa que los convocantes no hicieron una evaluación razonable de la posibilidad de reunir en las calles ahora a las personas que fueron al Zócalo en los momentos previos a la elección.
Tras este —valoro la palabra— desastre, creo que se le van a quitar inhibiciones a los consejeros del INE y a los magistrados del Tribunal, que pudieran estar dubitativos respecto a su juicio.
Ya saben que no habrá castigo público, pues quienes lo convocaron no fueron capaces de movilizar a una cantidad de ciudadanos que pudieran siquiera ser un símbolo del rechazo social a la pretensión de tener una mayoría calificada que algunos juzgan ilegítima en la Cámara de Diputados.
Con la cultura política que hay en México, la raquítica movilización del domingo le pone la mesa en el INE a quienes van a avalar el criterio de que la asignación de plurinominales debe hacerse conforme a la letra del artículo 54 constitucional.
Y en el Tribunal, le va a quitar la tentación a algún magistrado que quisiera interpretar de otra manera el texto constitucional.
Los convocantes a la concentración debieron calibrar su capacidad de reunir masas.
Pero, el problema es que, si creían todavía el día de la elección que podían estar en la pelea y perdieron por más de 30 puntos, tienen algún problema de conexión con la realidad, que no han resuelto.
Mientras la oposición no solucione ese tema y entienda qué fue lo que ocurrió el 2 de junio, decisión tras decisión que tome, va a continuar su camino al abismo, y con ello va a perjudicar gravemente al país al dejar el poder absoluto sin contrapesos. El bochornoso caso del PRI es un botón de muestra.
Pueden echarle la culpa al gobierno o a los medios o a quien quieran.
El hecho es que, cualquier esperanza que hubiera de una interpretación justa de los límites de la sobrerrepresentación, se disolvió con el fracaso de la concentración del domingo.
Signo de los tiempos.
Una mujer en la CFE
Las primeras reacciones que han surgido tras el nombramiento de la ingeniera Emilia Calleja al frente de la Comisión Federal de Electricidad (CFE), son positivas por varias razones.
1-Es positivo que no haya repetido Manuel Bartlett. En los pasillos políticos y del sector energético corrían las versiones de que AMLO le había pedido a Claudia Sheinbaum la permanencia de Bartlett por lo menos en el primer año de gobierno. Ya se vio que no ocurrirá.
2-También es positivo que sea una persona con formación técnica y que tiene 21 años trabajando en diversas posiciones, todas ellas de carácter técnico, en la CFE. Conoce de primera mano los problemas de la empresa y del sector. Fue muy positivo que no fuera un político quien quedara al frente.
3-Es mujer. Aunque el hecho pudiera parecer anecdótico, su visión como mujer en un mundo de hombres, como ella misma lo refirió ayer, le puede dar una nueva visión a la empresa eléctrica.
4-En el anuncio de su nombramiento, además de la virtual presidenta electa, estuvo presente Luz Elena González, próxima secretaria de Energía. Con ello se envía el mensaje de que la política energética se conducirá desde la Secretaría del ramo y que además trabajará de la mano con Hacienda. Lejos de lo que ha ocurrido en los tiempos de López Obrador.
Noticias positivas para el sector eléctrico, sin duda.
Falta mucho más, pero es buen comienzo.