Un silbato y sonaja con forma de cocodrilo que conserva pintura azul maya; una estela de Izapa, Chiapas, que representa un mito de la creación con la batalla entre un dios y un pájaro; así como vasijas que tienen escrito el nombre de los artistas que las crearon, son algunas de las cerca de 100 piezas que forman la exposición “Lives of the Gods: Divinity in maya art”, en el Metropolitan Museum of Art (Met) de Nueva York.
La curaduría de esta muestra, que se inaugurará el próximo 21 de noviembre, está a cargo de la investigadora mexicana Laura Filloy Nadal, del arqueólogo guatemalteco Oswaldo Chinchilla y de la historiadora del arte Joanne Pillsbury.
La exposición demuestra que los antiguos mayas representaron a sus dioses en diferentes objetos y estructuras, dioses que como los humanos tenían una vida propia: nacen, crecen, envejecen y, en algunos casos, mueren y renacen.
La primera sección de la muestra habla de los dioses creadores, seguida de las divinidades del día y la noche. Otros ejes son los dioses de la lluvia y relámpago, importantes para asegurar la productividad de la tierra; luego aparecen diversas representaciones del dios del maíz, además de la figura de los artistas, escultores y escribanos; y finalmente la relación de los reyes y las reinas con los dioses.
“Es la primera exposición en la que tengo oportunidad de trabajar como curadora asociada del Met y me ha permitido fortalecer vínculos entre distintos profesionales dedicados a la conservación, al estudio y a la difusión del patrimonio cultural, es decir, desde el momento en que me integré tuve la posibilidad de trabajar en la gestión de los préstamos de piezas”, detalla Laura Filloy Nadal.
Para esta exposición, México prestó 19 piezas, entre las que destaca la Estela de Izapa, procedente del Museo Arqueológico del Soconusco, Chiapas, y que desde hace más de 10 años no se exhibía. Otros préstamos son 28 piezas de museos de Guatemala, 3 de museos europeos, 29 de museos de Estados Unidos y 16 piezas son de la colección del Met.
Filloy Nadal narra que hay piezas de reciente excavación. “Hemos estado en contacto con arqueólogos que documentaron estos objetos en su contexto original, por ejemplo, las piezas que vienen del Proyecto Arqueológico El Zotz, en el norte de Guatemala, que son grandes vasijas con tapas y objetos de jade de una tumba real, que nos acercan a las prácticas devocionales del Clásico maya y la manera en que los hombres interactuaban con las divinidades”.
Guatemala presta estos objetos por primera vez para una exhibición internacional, añade.
La restauradora mexicana aclara que la muestra no busca mostrar el panteón maya. “No es una enumeración de diferentes dioses, tratamos de explicar la relación que existe entre los hombres y las deidades, cómo es que tienen una vida propia; nacen, crecen y llegan a viejos, llegan a morir y a renacer”, detalla.
Filloy Nadal pone de ejemplo al dios del maíz que no envejece ya que después de alcanzar la madurez, vuelve a iniciar su ciclo vital. Hay otros que son dioses viejos de los no se conoce su juventud y hay dioses que funcionan como semillas de continuidad de una generación a otra.
Al respecto, Oswaldo Chinchilla refiere que existen inscripciones mayas que aluden a 8 mil dioses, una metáfora para decir que son una multitud de divinidades.
“Para los mayas había dioses muy generalizados, los encontramos representados en todas las ciudades y otros son locales. Hay dioses relacionados con las dinastías gobernantes, es lo que llamamos dioses patronos”, explica.
Cada ciudad maya tenía su propia dinastía reinante, nunca hubo una unidad política que abarcara toda el área, entonces cada ciudad tenía su grupo de dioses patronos que aparecen como compañeros de los reyes y reinas, estaban junto a ellos en eventos rituales y también se consideraban ancestros de las dinastías, añade el arqueólogo.
Un ejemplo lo menciona Filloy Nadal: “la importancia de la deidad solar era tal que los reyes de Palenque colocaron en su nombre una parte del nombre del dios del sol, tomaron el título de K’inich (Sol)”.
AZUL MAYA
Algunas de las piezas mayas que se exhibirán en el Met conservan pigmentos originales: azul maya, ocre, negro y rojo.
“Es complejo que los objetos arqueológicos conserven toda la policromía que tenían originalmente debido a las condiciones microambientales de los contextos de enterramiento, pero algunas de las piezas de la exposición conservan pigmentos, es el caso del ocre en un yelmo que emula a un jaguar (piezas de El Mirador, Guatemala) y hay rojo en la Estela de Izapa y es algo que no habíamos notado, fue una de las sorpresas”, narra Filloy Nadal.
Sobre el azul maya, la curadora explica que es un pigmento único de la cultura maya y que en la exposición se observa en un silbato del dios del maíz, en la cabeza de una deidad vieja y en un instrumento musical doble (silbato y sonaja) con forma de cocodrilo.
“Para producir ese azul se requiere de una arcilla especial cuya estructura está hecha a base de nanotubos en los que ingresa el añil, un tinte orgánico azul marino, y al momento del secado, el añil queda dentro de la arcilla, entonces adquiere ese color azul brillante y característico de la zona maya; que se conserva por siglos”, precisa.
Muchas de estas piezas fueron usadas durante ceremonias, era una manera de los mayas de relacionarse con las divinidades, a través de instrumentos musicales o del uso de incensarios, destaca la investigadora mexicana.
FIRMA DE ARTISTAS
Un tema que la exposición resalta es la escritura en la civilización maya. “Existían escribas dedicados a transmitir el conocimiento de manera pictográfica, tenemos su trabajo en los códices y en cerámica, esta última presente en la exposición y nos permite saber que ciertas vasijas se usaban para beber cacao o quién era el dueño de esa vasija”, explica Filloy Nadal.
Una novedad de la muestra es que se destacan los nombre de los escultores, quienes firmaron sus creaciones, por ejemplo, K’in Lakam Chahk y Jun Nat Omootz (activos a finales del siglo VIII)
“El público podrá ver, por primera ocasión, al igual que cuando recorre el resto de las salas del museo, el nombre del artista que hizo determinada obra. Son los únicos autores conocidos por sus nombres de la antigua América”, comenta.
Algunas de esas obras firmadas son: la Estela 51 de Calakmul, el Trono 1 de Piedras Negras y el Panel con mujer de la realeza de la Región del Río Usumacinta.
¿De qué temporalidad son las obras que se exponen?
Son más del periodo clásico pero también hay piezas tempranas como la Estela de Izapa. Las piezas de El Zotz que son del siglo IV, posteriormente hay un brinco al maya clásico tardío, entre siglo VI y IX de nuestra era. La mayoría de las piezas vienen de la zona del Usumacinta, Calakmul, Tikal, Copán y algunas de la isla de Jaina.
CULTURA VIVA
En la exposición también se mostrará un video documental de la danza de las guacamayas, baile tradicional que se practica en el pueblo de Santa Cruz Verapaz, Guatemala.
“Representa una narración mitológica del origen de los antiguos mayas, explica cómo se originaron las relaciones sociales y los rituales religiosos, es una manera de destacar a los mayas contemporáneos en el contexto de esta exhibición”, detalla Oswaldo Chinchilla.
Al respecto, Laura Filloy destaca que la idea de esta exposición es mostrar que los mayas es una cultura viva.
“Se hace un reconocimiento a que estas culturas vivieron en varios países: México, Guatemala, Belice, Honduras y El Salvador. Se hace un reconocimiento a la importancia del lenguaje porque, entre otras cosas, gracias a la permanencia de los idiomas mayas es que podemos tener acceso al conocimiento que lo decían las escrituras hechas del siglo VI al IX, hacer un reconocimiento a quienes han conservado este legado, a los más de 6 millones de hablantes de más de 30 idiomas mayas”, expresa.
Población que no sólo está en esos cinco países sino que son nuestros vecinos en Nueva York, añade Filloy. “Son hablantes del maya kaqchikel, poqomchi’, k’iche’ y otros. El idioma k’iche’ ha sido incorporado en el texto introductorio de la exposición”.