A solo ocho días de las elecciones, Puerto Rico, un Estado asociado que no vota en las elecciones de Estados Unidos, se ha convertido en un asunto candente de la campaña electoral estadounidense. El comentario del cómico Tony Hinchcliffe en el mitin de Donald Trump el domingo en Nueva York (“hay una isla de basura flotando en el Atlántico, creo que se llama Puerto Rico”), y todo el acto electoral en el Madison Square Garden, lleno de insultos y lenguaje agresivo, se han convertido en un repentino lastre para el candidato republicano. También en un regalo tan inesperado como oportuno para la demócrata Kamala Harris, que en los últimos días había visto cómo se reducía la pequeña distancia que había arañado a su rival en las encuestas.
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