Es difícil encontrar una expresión más elocuente de la angustia que provoca la radicalización autoritaria del gobierno de Nicolás Maduro en la izquierda internacional que el enfático reclamo que Cristina Kirchner lanzó el sábado pasado desde México: “En nombre del propio legado de Hugo Chávez, por favor, muestren las actas de la elección”. Esa súplica cobija mucho más que una demanda de corrección institucional. Deja traslucir una demanda compartida por muchos dirigentes que han simpatizado con el chavismo. Algo así como un “no nos sigan haciendo esto”, dirigido a los jerarcas del régimen venezolano. En las palabras de la expresidenta argentina está implícito el costo que están pagando frente a sus propios rivales, en cada país, quienes fueron aliados de Chávez. Lo que en Venezuela se está hundiendo en una degradación abominable fue para muchas fuerzas políticas un experimento promisorio: el renacimiento, en la inesperada geografía del Caribe, de un socialismo que parecía haber sido cancelado para siempre con la caída del Muro de Berlín. Esto es lo que vieron en la aventura bolivariana muchos dirigentes latinoamericanos. Es lo que vieron también muchos militantes europeos.
Anuncios Noticias Historia Tláhuac