México solo ha vivido en democracia el 12% de su existencia

Con la caída del poder judicial y la subordinación del legislativo al ejecutivo, regresamos a nuestras habituales dictaduras mexicanas, de hecho, en los 203 años que tenemos de vida independiente solo hemos vivido en democracia los 15 meses de la presidencia de Francisco I. Madero y los 24 años que llevaba este siglo o sea unos 25 años de vida democrática real en la que los ciudadanos efectivamente votaron por un presidente con toda libertad, al ganador se le respetó el triunfo y dicho presidente no trató de subordinar a los otros poderes o de mantener el poder por ningún medio. Claro que podríamos restarle el sexenio de AMLO a nuestra vida democrática, pero además de que es discutible esta afirmación, 12 por ciento de democracia suena mejor que 9 por ciento, así de triste es el cálculo.

Por supuesto, la “dictablanda” del PRI no cuenta como democracia, como tampoco cuenta el periodo de Porfirio Díaz, pero sí hay que decir que tanto Díaz como Ernesto Zedillo dieron paso a una transición pacífica que eventualmente podría haber llevado a una democracia permanente. Pero, en el caso de la Revolución Mexicana y después del asesinato de Madero, el botín era muy grande y los militares tenían el poder de las armas, por lo que empezaron a matarse entre todos los que se creían presidenciables para acabar poniéndose de acuerdo en crear nuestro “Sistema Político Mexicano” encarnado en el PRI, que no es más que un poder dentro del poder con egoístas intereses propios y auspiciado por las logias masónicas. Estas últimas han sido el coco de nuestra democracia desde que las instauró el embajador norteamericano Poinsett recién consumada la independencia. No olvidemos que López Obrador en su primer grito de septiembre incluyó a la “fraternidad universal” haciendo referencia clara a estos grupos.

Hoy volvemos a ver cómo este sistema político mexicano ve conveniente reinstaurar ese “viejo PRI” del que habíamos escapado, a través de un nuevo partido único, todo poderoso y encabezado por un caudillo cuasi mesiánico. La historia se repite, esperemos que no nos vuelva a tomar otros 80 años regresar a un país de libertades.

El problema es para todos los que ya nos habíamos acostumbrado a un país más civilizado, por ejemplo, la generación que tiene menos de 30 años siempre ha vivido en el México democrático y poco saben lo que es la verdadera represión estatal a través del terrorismo policiaco-judicial como el que ya vimos en esta elección, o que de un día a otro se nacionalicen empresas usando al ejército, o que se cierren fronteras a las importaciones, o que se controle el valor del peso por decreto, o que el estado te imponga cómo debes de pensar sin acceso a una libertad de expresión, o que no tengas la más mínima posibilidad de justicia ante los poderosos, o que a nadie le preocupe de tu seguridad, o tu salud, como ya empezamos a ver en este sexenio.

Aunque principalmente es negarles un futuro próspero y tranquilo a nuestros hijos, a los niños de hoy y a los que aún no han nacido, ellos seguramente tendrán que seguir luchando para recuperar los contrapesos y libertades que hoy perdimos. Ellos serán los que sufran buena parte de las consecuencias de un poder autoritario que ya ha demostrado cómo sucumbe ante la tentación de reprimir a los que piensen distinto. Ellos son los que perderán la oportunidad de una educación de calidad que les permita competir en un mundo digital interconectado, pero eso sí, tendrán una formación comunista que los hará eternamente dependientes del Estado. Ellos tendrán que pagar los futuros “FOBAPROAS” como será la muy probable expropiación de tus ahorros en las AFORES para pagar los proyectos del estado. Ellos desde hoy están más desprotegidos del poder estatal de lo que estuvimos nosotros.

Lamentablemente nuestros hijos no conocerán un México libre y tendrán que luchar por él. Lo mínimo que podemos hacer es recomenzar la lucha nosotros.

Que descanse en paz la democracia mexicana, ya te resucitaremos.

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El apellido Yunes sin duda pasará a la historia como el de uno de los grandes traidores a la democracia.