Con un repique de campanas, miles de fieles, líderes políticos y el propio papa dieron el último adiós el jueves a Benedicto XVI, el teólogo alemán que hizo historia al retirarse del cargo.
La multitud aplaudió cuando los portadores sacaron a hombros el ataúd de ciprés de Benedicto de la basílica de San Pedro, envuelta en la niebla, y lo colocaron ante el altar instalado en la enorme plaza exterior.
Francisco, ataviado con los ornamentos de color carmesí propios de los funerales papales, inició la misa con una oración y la cerró una hora más tarde con una bendición solemne del sencillo féretro, decorado únicamente con el escudo de armas del papa emérito. Más tarde, fue enterrado en las grutas vaticanas.
Jefes de Estado y miembros de la realeza, clérigos de todo el mundo y miles de fieles acudieron en masa al Vaticano a pesar de los pedidos del papa emérito para una despedida sencilla y de los esfuerzos de la Santa Sede por hacer que el primer funeral de un para emérito en los tiempos modernos fuese discreto.
Muchos procedían de la Baviera natal del excardenal Joshep Ratzinger y vestían trajes tradicionales que incluían abrigos de lana para protegerse del frío matutino.
“Hemos venido a rendir homenaje a Benedicto y queríamos estar hoy aquí para despedirnos”, dijo Raymond Mainar, quien viajó desde una pequeña localidad al este de Múnich para el funeral. “Fue un papa muy bueno”.
El papa emérito, que falleció el 31 de diciembre de 2022 a los 95 años, está considerado como uno de los grandes teólogos del siglo XX y dedicó su vida a defender la doctrina de la Iglesia. Pero pasará a la historia por un anuncio singular y revolucionario que cambió el futuro del papado: se convirtió en el primer papa en retirarse en seis siglos.
Ignorando los llamados al decoro al final, entre la multitud algunos sostenían pancartas o gritaban ”¡Santo Subito!” (”¡Santidad ya!”), en una repetición de los cánticos espontáneos durante el funeral por San Juan Pablo II en 2005.