La violencia forma parte de la vida americana. Aunque ellos la nieguen y los políticos la condenen, es un factor cultural.
Desde el viejo oeste, o desde la Guerra de Independencia, existen diferentes teorías, pero la facilidad con la que cualquier ciudadano tiene acceso a un arma de fuego no sucede en ninguna otra parte del mundo. Y es importante subrayar que de forma legal.
Las armerías, las tiendas y almacenes de gran escala, las tiendas deportivas, muchos establecimientos venden abiertamente rifles de alto poder, pistolas, ametralladoras.
Al paso de los años, presidentes como Barack Obama han intentado establecer controles de venta, perfiles psicológicos, edades mínimas, pero todo ha fracasado.
El poderío del lobbying de la NRA (National Rifle Asociation) es más grande que el Departamento de Salud a nivel federal.
Un joven adolescente sin ninguna alerta por delitos menores o detenciones previas puede hacerse de un rifle de alto poder en Walmart. Patético.
Cada tragedia escolar, cada desequilibrado que sale a disparar a un espacio público y arranca la vida a personas inocentes, se convierte en un tema de duelo nacional, de volver a las marchas antiarmas, de los discursos en el Congreso. Dos semanas después, todo se diluye y los poderosos fabricantes de armas salen victoriosos.
Cuando la violencia está dirigida a un personaje político, reviste otra importancia.
Donald Trump es un profesional de la victimización, y lo que menos necesita es un ciudadano espontáneo, ciertamente desequilibrado mentalmente, que pretenda atentar contra la vida del expresidente.
Sucedió este domingo una vez más, en el campo de golf privado de su mansión de Florida.
Esta vez el Servicio Secreto tuvo la eficiencia y celeridad para reaccionar a tiempo, localizar, dispararle al agresor y evitar una tragedia.
El atacante, escondido en unos arbustos en el campo de golf de Mar-a-Lago, dejó el arma y sus cartuchos para salir corriendo, abordar su auto y darse a la fuga.
Fue detenido un poco más adelante. Aún no tenemos toda la información, pero pareciera se trata de un individuo solitario.
Trump inmediatamente aprovechó el hecho para decir que “nunca me detendrán”, haciendo alusión a una supuesta lucha para recuperar “la grandeza de America”.
Evidentemente hay un clima de profunda polarización política y ciudadana en Estados Unidos, pero el principal responsable es el propio Trump, por sus incendiarios discursos en contra de la candidata “marxista” a la Presidencia por el Partido Demócrata –Kamala Harris– y del presidente Biden, a quienes señaló como responsables por su discurso de odio.
Hábil en la retórica invertida, los señala como responsables de ese clima por querer conducir a Estados Unidos a un “Estado socialista”.
Para cualquier persona con dos dedos de frente, eso es imposible en el celebrado epicentro del capitalismo. Pero el nivel de ignorancia en Estados Unidos es de niveles portentosos, por lo que existen millones de seguidores republicanos y trumpistas, quienes creen literalmente en su retórica.
Este clima es el campo fértil de cultivo para cualquier teoría de la conspiración y para fortalecer la victimización del candidato.
El efecto que eso pueda tener entre los votantes está por verse, pero lo que resulta un hecho es que varios republicanos de alto nivel han expresado su respaldo a la candidata demócrata Kamala Harris, como una clara señal de rechazo a los excesos impositivos de Trump.
Pareciera que el debate presidencial sucedido hace una semana representó un punto de inflexión en las preferencias electorales.
Lo que menos necesita ese proceso es este tipo de incidentes que producen explosiones de ánimo y la especulación de conspiraciones en contra del “heroísmo salvador” del republicano.
El FBI investiga la naturaleza del atentado, el origen del individuo y si actuó solo o no.
Esperemos tener información oficial y confiable en el corto plazo.