El Senado aprobó disolver el Poder Judicial como un poder autónomo, garante de la legalidad y contención de los abusos de la autoridad.
Los tres poderes serán depositados en una sola persona, cuyo grupo político no soltará el poder por la sencilla razón de que no son demócratas. Nunca lo fueron.
El grupo gobernante, sin escuchar, pasó por encima de los argumentos de la oposición, de los académicos, de las barras de abogados, de las organizaciones internacionales de jueces, de los trabajadores y funcionarios del Poder Judicial, de los socios comerciales, de la relatora de la ONU, de los medios internacionales más prestigiosos, de las organizaciones empresariales, de la iglesia.
México entra en una larga noche autoritaria, con mando unipersonal y absoluto, producto de un golpe de Estado.
Ahora el grupo gobernante tiene en sus manos todos los instrumentos para perpetuarse en el poder.
Se quedarán en el poder quiebre o no la economía, ganen o pierdan en las elecciones, se aísle o no México de la comunidad de países con separación de poderes. Ya no se irán.
No llegamos a esta situación por la vía democrática.
La mayoría de los consejeros del Instituto Nacional Electoral y los magistrados del Tribunal Electoral le regalaron a Morena y aliados una mayoría calificada que no le dieron los votantes.
Consejeros del INE y magistrados del TEPJF, con la honrosa excepción de Janine Otálora, siguieron los dictados de la Secretaría de Gobernación y le dieron al bloque gobernante 74 por ciento de las curules cuando obtuvieron 55 por ciento de los votos.
Sin esa burla a la ley, Morena y aliados no habrían tenido mayoría calificada en la Cámara de Diputados. No habría pasado, ni de lejos, el paquete de reformas que disuelven el Poder Judicial.
Con esa mayoría artificial, ficticia, producto de una burla a la ley de consejeros y magistrados que cumplieron lo que indicó la secretaria de Gobernación, Morena pudo sacar la reforma que concentra los tres poderes en una sola persona.
No fue la voluntad popular. La mayoría artificial se construyó con la decisión ilegal de un pequeño grupo de facciosos, sin considerar el resultado de la votación.
Ahora, como apuntó ayer con gran claridad José Carreño Carlón en El Universal, “en lugar de los tres poderes clásicos de nuestro sistema, se cerrará el triángulo de hierro del despotismo. Colocado en el vértice de quien ejerza el supremo Poder Ejecutivo, se perfilan, de un lado, fiscales, jueces, magistrados y ministros controlados por el oficialismo. Del otro lado, las fuerzas policiales –militares con la Guardia Nacional integrada al Ejército”.
El golpe fue consumado la noche del martes en el Senado, donde el gobierno recurrió a métodos propios de las dictaduras para lograr los dos tercios de los votos: el terror y la mentira, para doblegar.
Al padre del senador de MC por Campeche lo sacaron de su casa en la madrugada para llevarlo a unos separos. La Guardia Nacional mantuvo rodeada su casa, “por su seguridad”.
Una y diez veces dijo el coordinador de los senadores de Morena, Adán Augusto López, que ni el senador Barreda ni su padre estaban retenidos. “Acabo de hablar con él, está aquí en la Ciudad de México”, mintió.
A Miguel Ángel Yunes Linares, uno de los detractores más feroces de López Obrador, lo pusieron de rodillas con expedientes judiciales. Su hijo, Miguel Ángel Yunes Márquez, fue el senador 86 que con su voto dio los dos tercios para aprobar la reforma.
Consummatum est, publicó ayer La Jornada en su minieditorial. Y es verdad.
Digno es de destacar el desempeño valiente de los senadores que no se dejaron intimidar. Admirable su determinación a pesar de las amenazas y de los peligros a que se exponen y seguirán expuestos.
Entre los senadores de Morena hay mafiosos y facilitadores de grupos criminales. Contra ellos argumentaron y votaron los legisladores de oposición.
La senadora priista Paloma Sánchez regresará a Sinaloa con “un cencerro” en el cuello porque votó en contra de la voluntad del gobierno estatal, cuyas ligas con el crimen organizado están a la vista de todos.
Enorme es el riesgo que corre la vida de la panista sonorense Lilly Téllez, y de su paisano Manlio Fabio Beltrones que no tiene siquiera una bancada que lo arrope, o Imelda Margarita Sanmiguel, de un estado bajo dominio del narco, Tamaulipas.
Y así todos los que no se doblaron a la extorsión de las fiscalías. Votaron en contra de la disolución del Poder Judicial.
Senadores de partidos con larga, corta o sin cola que les pisen, resistieron. Primero la República.
Actuaron como en los versos de Almafuerte: “No te des por vencido ni aun vencido, no te sientas esclavo ni aun esclavo…”.
Ejemplar. El golpe, sin embargo, está consumado.
Las iniciativas que siguen consisten en la desaparición de los organismos autónomos, garantes de derechos individuales, competencia justa en la economía y en las elecciones.
Nuestros derechos y libertades quedan ahora depositados en manos de una persona, luego de un golpe de Estado facilitado por consejeros del INE, magistrados del TEPJF, y perpetrado la noche del martes con la participación de gobernadores y fiscalías estatales.
No hubo cuartelazo, pero dentro de pocos años, cuando veamos los efectos de lo ocurrido este martes en el Senado, el 10 de septiembre será la fecha conmemorativa del día en que México perdió su democracia.