La relación entre Nicaragua y la Iglesia católica alcanzó un punto de inflexión cuando el régimen rompió relaciones con el Vaticano en represalia por la comparación que el Papa Francisco hizo entre Daniel Ortega y el dictador alemán Adolfo Hitler.
Tras meses de tensión en los que el sandinismo acosó, arrestó o desterró a representantes de la Iglesia católica, ordenó el cierre de la sede diplomática luego de que ésta llamó a su líder “desequilibrado” y al país, “dictadura grosera”.
«Está fuera de lo que estamos viviendo; como si (Daniel Ortega) fuera a traer la dictadura comunista de 1917 o la hitleriana del 35 (…) son un tipo de dictaduras groseras…»
Pese al franco distanciamiento evidenciado por el diario local Confidencial, la cancillería de Ortega minimizó la filtración de fuentes católicas a medios críticos al referir que no se trata de un quiebre sino “una suspensión” que fue tergiversada, y que ahora aprovechan los disidentes y la “mafia” —como ha tachado a esa Iglesia— para atacar a su gobierno.
A la nación gobernada por Ortega y su vicepresidenta, Rosario Murillo, no le parecieron los calificativos del máximo jerarca católico de “comunista” y “hitleriano” durante una entrevista con el medio argentino Infobae.
Y un día después de esta difusión, externó su inconformidad y usó las fuertes críticas como pretexto para cortar toda relación, pues el diario encabezado por Carlos Fernando Chamorro confirmó que la medida fue notificada verbalmente por la representante nicaragüense, Yara Pérez, al Estado católico, hecho ante el que estiman que se estreche aún más el aislamiento contra la nación centroamericana que este mes fue expuesta como perpetradora de “crímenes de lesa humanidad”, según un informe de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
«No me queda otra que pensar en un desequilibrio de la persona que dirige (el presidente)…»
Dicha postura da cuenta de una nueva escalada contra la Iglesia en más de un siglo y tras el peor episodio durante la década de los 80, cuando el entonces Papa Juan Pablo II visitó la región, lo que sitúa al régimen junto a Corea del Norte, China y Afganistán, entre otros por romper lazos, pues por orden de Murillo la oficina del Vaticano en la capital ya no operará.
Además, se fijó un plazo de una semana para que el enviado de la Nunciatura en Managua, monseñor Mbaye Diouf, abandone el territorio sandinista; dicha acción es la segunda expulsión en casi un año, pues en marzo del 2022 Nicaragua echó al nuncio Waldemar Sommertag; mientras que la dictadura carece de embajador ante la Santa Sede, pues desde septiembre del 2021 —poco antes de las elecciones presidenciales— suspendió el nombramiento de Elliete Ortega.
Con estas acciones, el gobierno cuyo último mandato fue repudiado a nivel internacional evidencia que ve a la Iglesia como un fuerte opositor, por la supuesta injerencia en la crisis que atraviesa Nicaragua desde las protestas masivas del 2018 y por las que desde el año pasado el orteguismo encerró a sacerdotes, acechó a monjas, clausuró medios católicos, como los de la Conferencia Episcopal, y cerró universidades y asociaciones católicas, acto que reanudó la semana pasado al arrebatar los bienes de dos casas de estudio de nivel superior y eliminar la fundación Cáritas al justificar que éstas no entregaron informes sobre sus ingresos para definir si se trata de “agentes extranjeros” disfrazados de organizaciones.
Sin embargo, la nación que acumula decenas de presos políticos, pese a la liberación y destierro de cientos hace unas semanas, no aludió a las diferencias directas con el Papa, pues éste se ha pronunciado en contra de la detención de críticos en Nicaragua, como el caso de monseñor Rolando Álvarez sentenciado a casi 30 años de prisión, por su negativa a ser desterrado del país o de perder la nacionalidad nicaragüense.
El Pontífice de origen argentino ha aprovechado las homilías y mensajes en redes sociales para exigir la liberación de los presos en reiteradas ocasiones, al demandar a los sectores enfrentados mantener el diálogo, pues confía en una “convivencia pacífica”, pese a años de persecución política de un presidente que lleva 16 años continuos en el poder.
Ante esta situación, monseñor Silvio Báez, despojado de su ciudadanía nicaragüense, aplaudió la postura frontal de la Iglesia católica contra una dictadura como ésta y agregó que la respuesta de Ortega es la muestra evidente del nivel de confrontación que persiste.
“Un buen líder no se molesta ante la crítica, no restringe nunca las libertades, tampoco reprime ni toma represalias”, sostuvo al oficiar una misa en Miami en donde se reunió con decenas de opositores que exiliados a la fuerza como él.
Otras voces opositoras insistieron que tal nivel de choques sólo provocará un mayor aislamiento para la pareja Ortega-Murillo, pues ratifica que es una dictadura “guaranga”; aunque otro sector reconoció que ello no es suficiente, por lo que urgió castigos firmes contra la pareja de gobierno luego de que se confirmara que han cometido violaciones a los derechos humanos desde hace cinco años.