Ante un México que cambió radicalmente en los últimos tres meses, por lo menos en la crispación política y social y el recrudecimiento de la crisis económica, además de la vulnerabilidad de la gobernabilidad y el repunte de los índices delictivos, la presidenta electa, si bien mantiene su apoyo irrestricto a las acciones emprendidas por su mentor, pinta su raya en cuanto al trato con diversos actores de los sectores productivos y de la sociedad.
Sabe la próxima jefa del Ejecutivo federal que, aun con todo el poder que ostenta, no podrá cumplir con sus propósitos de campaña sin la participación de la iniciativa privada y de los grandes capitales, ya que ellos representan crecimiento económico, empleos, impuestos y paz social.
Mientras que otras latitudes del orbe abren la puerta para que los inversionistas y empresarios se asienten en sus territorios, en México y con el actual gobierno, se hizo lo contrario y, por esta razón y otras tantas, se explica el nimio crecimiento sexenal en el PIB de menos del 1 por ciento, el más bajo en lo que va de este siglo.
Aun con la grave amenaza que representa la reforma judicial para la división de poderes, el régimen democrático y la preservación de la propiedad privada, existe cierta esperanza en los mercados de que a partir del 1 de octubre se comenzará a dibujar otro país, en donde la reconciliación nacional impere, y ello incluye construir puentes sólidos de diálogo y entendimiento con el sector privado.
La certidumbre y la confianza se construyen todos los días y eso hará precisamente la presidenta.
En tanto, en estos días convulsos, vemos el accionar de dos frentes en el oficialismo: unos, los radicales o puros que se alinean totalmente al presidente saliente; y otro, los mesurados, se disciplinan a Claudia Sheinbaum, quien está tejiendo fino en diversos temas y con específicos grupos de poder y fácticos.
Ciertamente, en el tema ideológico, se podría decir que AMLO y Sheinbaum coinciden en varios aspectos, pero con sus matices, como, verbigracia, en temas como el energético, la sustentabilidad, ciencia y tecnología, seguridad pública, educación, salud, entre otros, en los que de inmediato se notará su mano y la de sus más cercanos colaboradores.
El estigma del Maximato, convertido en obradorato, se va a diluir con el paso de los meses y no abruptamente como muchos quisieran, aunque solo será cuestión de tiempo para que se vaya decantando el ejercicio del poder y que, de acuerdo a la Constitución, corresponde al jefe del Ejecutivo federal.
Así que, para los acelerados, deben tomarse sus tranquilizantes y hacer de la paciencia una de sus virtudes, porque ese cambio dentro del espectro de la izquierda será gradual y con la visión auténtica de mejorar las condiciones de vida de los sectores sociales más desprotegidos.
Después del 2 de junio, la presidenta electa ha mostrado su resiliencia al ajustar su comportamiento a los tiempos y circunstancias.
En tanto, el regalazo que le quieren dar los senadores de Morena y rémoras al presidente López Obrador con la aprobación de la reforma judicial en la Cámara alta debe concretarse en esta semana, para que el tabasqueño pueda incluir en sus arengas del Grito de Independencia del 15 de septiembre un ¡Viva la reforma judicial! Amén de toda una retahíla de frases construidas exprofeso para diferenciarse de otras administraciones, como el mote autoimpuesto de “Gobierno de la cuarta transformación”.
A 21 días de que termine la actual gestión se despliega toda una vorágine de acontecimientos con una velocidad vertiginosa que asombra, ya que, teniendo casi seis años para llevarlos a cabo, el presidente decidió hacerlos en el último tramo del periplo que concluye el 30 de septiembre de 2024.
Inauguraciones de obras inconclusas como el Tren Maya, Dos Bocas o El Insurgente, promesas incumplidas que se suplen con mentiras, reformas legislativas hechas al vapor, como la judicial y sin la ponderación y reflexión correspondiente; nombramientos en el nuevo equipo de trabajo de la presidenta electa; retiro intermitente de los subsidios a las gasolinas, diferendos con nuestros principales socios comerciales, entre otros trazos en un lienzo parchado por ocurrencias, improvisación y venganzas políticas.
Estamos por voltear la página de un capítulo negro de la historia de México y escribir un nuevo capítulo con una mujer al frente del país.