El salario mínimo actual es de unos 7 mil 468 pesos mensuales. Dice la presidenta Claudia Sheinbaum que alcanza para poco más de una y media “canastas básicas” y quiere que suba para que al final de su mandato sirva para pagar 2.5 canastas.
Hagamos cuentas rápidas. Eso significaría un aumento de poco más del 50 por ciento en los sueldos para que los más bajos lleguen a alrededor de 11 mil 650 pesos por mes. En términos diarios, los 249 pesos de hoy podrían aumentar a 388 pesos en 2024. Varios ya entraron en pánico.
Ojo, esto es un ejercicio rápido que asume que los precios no cambien, pero sirve para dimensionar hacia dónde podríamos ir.
El sexenio pasado los aumentos funcionaron bien. El salario mínimo pasó de un ridículo número de 88 pesos que fue casi triplicado. Que se eleve todavía más no parece fuera de lógica. Pero el ascenso ya ocasiona frustraciones en los corporativos.
Piensen en empresas bien conocidas. En Grupo Bimbo, por ejemplo, que en 2020 pagaba 5 mil 267 pesos mensuales a empleados de bajos salarios de pastelerías El Globo, y 7 mil 024 a los de Barcel, la empresa de los exitosos Takis, en días en los que el salario mínimo estaba en 4 mil 251 pesos, de acuerdo con sus reportes anuales.
Hoy ninguno de sus trabajadores debería estar en esos números.
“Nuestros colaboradores reciben en promedio al menos dos veces el salario mínimo en cada una de nuestras operaciones representativas, que operamos sin distinción de género”, presumió Bimbo en su informe de 2023.
De hecho, eso ya era relativamente común en Estados Unidos al menos hace cuatro años, cuando pagó un promedio de 2 mil 349 dólares por mes, 87 por ciento más que el salario mínimo estadounidense de entonces.
Pese a los ajustes, su margen de utilidad (EBITDA) no cambió sensiblemente. En 2023 ese porcentaje de ganancias cerró en 14.2 por ciento, que se compara con un 14.7 por ciento de 2019 y de 16.7 de 2020. Al inicio de este año ya había subido al 15 por ciento.
¿Significa eso que los salarios pueden subir mucho más sin impactar los negocios?
Todo depende de las decisiones de directoras y directores. Si se enfocan solo en reducir costos para cuidar la utilidad, es posible que pronto sufran de gastritis. Si encaran la tarea de elevar la productividad de su equipo, podrían entrar en un círculo virtuoso.
En Grupo Modelo se han enfocado en introducir tecnología de sensores para monitorear y anticipar fallas y evitar que se rompan botellas en la línea de producción; capacitaron también al equipo para que entendieran esos datos y además de operadores, se convirtieran en técnicos capaces de hacer rápidas reparaciones o ajustes.
Otro caso. Estuve recientemente con el líder de una empresa extranjera con operaciones en México, dedicada a atender clientes de bancos o aerolíneas. Las solíamos llamar “call center”.
Algunos de sus empleados ganan el mínimo y debieron reflejar a sus clientes los aumentos de años recientes.
Hubo una fricción crítica con la facturación a corporativos que van bien en el negocio. Es difícil hacerles ver que, además de los incrementos, deben pagar más agentes a su servicio para atender más llamadas. Para no perderlos, encontraron una solución dentro del mismo equipo.
Buscaron a los más talentosos de su organización para desarrollar software con inteligencia artificial (IA) generativa dedicado a atender llamadas repetitivas.
¿Les ha tocado que les adviertan que esa conversación puede ser aleatoriamente grabada o monitoreada? Encontraron el modo para que esa misma IA calificara todas las llamadas, con lo que obtuvieron más datos, corrigieron deficiencias aceleradamente e hicieron más productivo al equipo. Luego les contaré el caso de esa compañía.
El deseo de la presidenta Sheinbaum es compartido por muchos trabajadores. Es difícil detener esa ola que además conlleva beneficios políticos.
Es cierto que el alza dificultará la atracción de inversiones en un país que se ha caracterizado por ofrecer bajos salarios como ventaja comparativa.
Pero por pragmatismo, quienes encabezan empresas bien podrían salir del letargo provocado por años de salarios irrisorios que facilitaban ganancias. Es eso, o dejar que alguien les gane el negocio.